El Parque Nacional Murchison Falls, el más grande y antiguo de Uganda, se extiende a lo largo de 3.893 km² en la región noroeste del país, donde el Nilo Victoria corta la sabana antes de dirigirse hacia Sudán del Sur. Declarado reserva en 1926 y parque nacional en 1952, su identidad gira en torno al poderoso salto de agua que le da nombre: las cataratas Murchison, donde el río, comprimido en una garganta de apenas siete metros de ancho, se precipita con estruendo más de cuarenta metros hacia un cañón cubierto de niebla. Este espectáculo natural, visible desde los miradores superiores y también desde los cruceros que remontan el Nilo, es uno de los iconos más sobrecogedores del África oriental.

Los paisajes del parque combinan la vegetación árida del norte con las praderas onduladas del sur y los bosques ribereños que bordean el río. Esta diversidad sostiene una extraordinaria abundancia de fauna: más de setenta especies de mamíferos y cuatrocientas cincuenta de aves. Los hipopótamos y cocodrilos del Nilo dominan las orillas, mientras elefantes, jirafas de Rothschild y búfalos vagan entre los pastizales. También prosperan leones, leopardos y hienas manchadas, además de antílopes como el kob ugandés y el oribí. Las llanuras de Buligi, al norte del río, son uno de los mejores lugares del país para observar grandes herbívoros al amanecer, cuando la niebla se disuelve sobre el horizonte del Rift.

En el corazón del parque, el Nilo es arteria y frontera. Los cruceros que parten de Paraa permiten acercarse a las cataratas y explorar el delta que forma el río antes de entrar en el Lago Albert, refugio del esquivo picozapato, una de las aves más singulares de África. En las márgenes más boscosas, los colobos blancos y negros y los babuinos oliva acompañan el camino hacia las aldeas circundantes, donde proyectos comunitarios integran la vida local con la conservación.

Murchison Falls simboliza la energía vital de Uganda: un lugar donde la fuerza del agua y la quietud de la sabana se funden en un mismo paisaje. Su escala, su diversidad y su carácter salvaje lo convierten en el emblema natural por excelencia del país.